lunes, 8 de marzo de 2010

EL BANQUETE

de Platón

Argumento

Estamos ante un ejercicio de la memoria, ante un momento de la transmisión oral del saber, boca a boca, como si el texto que leemos no fuera el soporte adecuado para el recuerdo, sólo una traición. Así nos lo hace saber Platón en otro diálogo, donde recela precisamente de la escritura, por ser la primera causa del olvido. La paradoja se hace mayor aquí, pues es Platón quien escribe _¿transcribe?- lo que Apolodoro cuenta que un día Aristodemo le narrara a él qué sucedió en El Banquete que Platón ofreció a Fedro, Pausanias, Erixímaco, Aristófanes, a Sócrates y a otros para celebrar su triunfo en la Palateneas del año 416 a.d.C.
Ha llegado a nosotros como escritura. Un clásico, uno de esos libros que ha condicionado el pensamiento accidental. Su asunto: quizá el valor más fundamental sobre el que nuestra cultura asienta las relaciones: el Amor. Lo nombramos, además, Amor Platónico, Amor imposible, el perfecto ideal, inalcanzable, porque su misma pureza impide y prohíbe su posesión. Hay que mantenerlo a distancia, cualquier mancha rompería su inmaculada perfección. Hay que mantenerlo lejos…sólo desde ahí irradia su luz; y desde ahí también, por ser inalcanzable, nos condena a nuestra condición terrenal. Y sin embargo, nada que ver con el Amor aquí tratado, alabado y descrito en El Banquete.

Opinión

Es preciso dejar el término sin traducir y escribir Eros, pues es de Eros de quien se trata. Invito a ustedes a que lean el libro; a que, simplemente, dejen resonar en la imaginación las palabras y las frases, los discursos pronunciados. Lean ustedes entre líneas, percibirán un rumor lejano –que no está escondido- y habitarán, de repente, las calles y las casas, las fiestas y las glorias, los deseos y el poder, los valores y los problemas de una Atenas alejada del tiempo.
A través de los discursos de los comensales reunidos, se muestra lo que los atenienses entendían por eros. Problematizar, ésta es la palabra, lo que de él se sentía o se hacía: la sexualidad, la pederastia o amor por los jóvenes, la homosexualidad, yendo del Amor vulgar (Afrodita pandemus) al eros celestial (Afrodita urania), a la virtud, para acabar en el discurso de Sócrates: búsqueda de la Belleza, del Conocimiento, de la Sabiduría. Impulso próximo a la “manía”, a la locura, que pretende la comunión con el Bien. Sólo de esto último el cristianismo podrá encontrar en Platón la fuente para la Mística.

Discursos hechos por hombres y dirigidos a hombres, donde se reivindica el amor de los iguales, es una mujer, Diotima, la que al cabo define y asienta la naturaleza de Eros

Un libro imprescindible. Léanlo


Agustín ( Profesor de Filosofía)
23 de enero de 2010

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